“No hables a espaldas de los que no te oyen ni
pongas tropiezo a los ciegos...” (Lev 19:14)
En una relación
sustitutiva entre una computadora y un individuo no debería haber vínculos afectivos
excepto –evidentemente– de parte del solitario hombre, que crea una suerte de
vínculo por los beneficios del uso de cualquier cosa. Es obvio que la
computadora no puede amar al hombre, puesto que ella no tiene vida orgánica ni algoritmos
para afectos pero, esa parodia analógica sólo aplica, cuando el humano sí ama su
relación con su bien, sus privilegios de uso y hasta ese grado de “exclusividad”
por ser el único en usarla o en compartir lo que ella posee o facilita. ¿A
dónde voy al mencionar esto? A tratar de establecer una posible relación emotiva entre el hombre y sus pertenencias,
sus bienes y afectos intangibles, con esos abstractos indeterminados que no se
tienen –pero se creen poseer– como la libertad, la propiedad, la disposición de
goces con privilegios, vínculos con la deidad; así como ciertas facultades como
amar, tener confianza en alguien o pensar por el bien de terceros.
Hasta ese día en que uno no conozca a Dios de
una manera íntima y personal, uno solamente practica cierta convicción en cosas
que son nociones generalizadas o ideas
teológicas a las que tiene fe, conceptos a los que tiene alguna forma de amor y
nos sirven para pensar o creer. Si Dios no me habla ni tiene tratos directos conmigo,
no hay una relación concreta ni una
realidad tangible con ese abstracto, concepto o noción. Si yo no puedo disponer
de ese bien conceptual, pensado en forma universal, no existe una relación bilateral
entre el ello y el yo, entre el eso y
mi persona; excepto cuando yo crea que la haya y, si en la práctica las
relaciones humanas a distancia –por email o video chat– son relaciones humanas
deficientes e imperfectas, dignas de poca confianza si no hay acercamiento
humano, las relaciones entre idealizaciones, la abstracción de esas añoranzas y
nociones vagas sin contacto, jamás serán relaciones verdaderas, así sean
establecidas en el terreno de lo platónico, de lo unilateral debido a la
necesidad o circunstancia: De allí resulta un “te amo” porque tengo una querencia
contigo y yo creo que tú te comunicas o
interactúas imaginariamente conmigo mientras te escribo, como si realmente
hablara y me comunicara con alguien, no reconociendo que interactúo –a solas–
con un teclado de esta computadora que no me habla ni podrá tocarme.
Yo puedo entender las experiencias o
narraciones que un hombre haya dejado cincelada en una piedra, en tablillas de
barro, en pergamino o en el mural de cualquier ciudad. Quien haya escrito algo intentó
decir y comunicar pero, lo que haya dicho, jamás será mi experiencia vivencial hasta que yo la tenga o decida creerla y
tomarla como mía y para mí. Aunque me apropie de cualquier cosa o experiencia
que alguien haya citado, comentado o visto, sus conceptos no son míos, sino nociones
de segunda o de indeterminadas manos y, si alguien vio el cielo o el infierno,
como se narra en los libros donde se cuentan algunas experiencias cercanas a la
muerte, lo que ellas cuentan no son mis vivencias y, al creerlas, puedo estar
aceptando mentiras o alucinaciones de enésima mano, mismas que no son mías ni
tengo una relación con esas abstracciones, excepto por asírmelas, por creerlas
y aceptarlas de buena fe, como todo aquello que tenga que ver con la deidad, con Dios y cualquier sistema
de creencias no comprobable, sino aceptado por fe; tal como sucede con las
leyes de un país, en las que existen “principios” que conozco, pero los ignoro
o violo.
El “amor” que puedo sentir por mi computadora
lo puedo desplazar a algo más significante si adopto una mascota. Si bien mi
computadora no interactúa conmigo y simplemente responde a los comandos de mi
mouse o teclado, sencillamente puedo adoptar una mascota, un gato o perro y,
como ellos tienen una forma de vida, como son mamíferos y tienen sangre
caliente (no son apáticos como un pez en una pecera) esa nueva relación de contacto
ciertamente interactúa con mi psique, mis peticiones son oídas y respondidas y,
así sentiré que hay una relación de pertenencia, donde una parte con vida pide
cosas y la otra responde, interactuando uno con el otro. ¿Qué relación de contacto hay entre Dios y mi
persona? ¿Qué relación de contacto hay
entre una mujer que físicamente me atrae y gusta, y ella no me ha visto ni me
conoce?
¿Alguna
analogía?
Yo no tengo una relación de trato ni de correspondencia
afectiva con una computadora ni androide. Puedo relacionarme o depender de
cualquier máquina, pero ella no tiene intimidad ni intercambio sentimental conmigo.
Si adopto una mascota, tampoco habrá una relación de correspondencia puesto
que, aunque el animal responda a mis estímulos –y yo a los de cualquier ser– no
existe una igualdad paralela, no habrá una completa reciprocidad en esos tratos
y de ninguna forma me sentiré realizado ni lleno, puesto que ese ser no
completa muchos aspectos de mi vida (aunque tampoco otros
humanos colmen gratamente nuestros espacios impresionables vacíos).
Puede que haya una conexión emocional que yo establezca debido a mi computadora o mi
casa, pero de ellas conmigo: Yo dependo de ambas cosas para servirme, estimarme,
estimularme o sentirme querido. Puede que haya establecido una conexión emocional entre mi mascota y yo, en el sentido de que
ella dependa de mí para seguir con vida y, de mi parte, yo me crea que eso sea
un vínculo afectivo al que puedo dar toda mi atención; pero pronto reconoceré
que mi vacío emocional no satisface mi esperanza, y ello no está ni en el
dinero ni en una mascota: Puede que regularmente sienta apetitos, puede que
coma y, antes de que termine ese día, volveré a comer cada vez que tenga hambre
u otra apetencia visceral o emocional.
Mi unión “comunicacional” con una insensible computadora
podría ser mayor que la que debo establecer con mis hijos o una mujer. Mi dependencia
emocional o lazos afectivos podrían ser mayores con una máquina que con una
persona a quien no tengo acceso físico: La máquina no impone condiciones
distintas a las que estoy dispuesto a darme o satisfacer; en tanto una
persona o un ser que respire, permanece cambiando o asignando condiciones diferentes
a las que se suponía nos mantendríamos afines un tiempo indeterminado. Ejemplo,
una mujer en casa frecuentemente pide cosas distintas que no se disponen sin un
esfuerzo adicional. Una mascota sólo pide un paseo y pocas atenciones y, un
niño, irá pidiendo cosas a medida que crece y vaya teniendo conciencia de sus
deseos, caprichos o necesidades; pero una mascota es improbable que producirá
el mismo tipo de vínculo que establezco con un ser amado. ¡Puedo humanizar mi
computadora o una mascota?
¿No
es que pedimos o exigimos demasiado de otros seres, sin verdaderamente
entregarnos responsablemente?
Frente a mis carencias afectivas –sin fluctuación–
no sólo he idealizado muchas cosas y objetos, sino
que me he retraído de la realidad afectiva humana tratando de suplir lo irreemplazable en las interrelaciones:
He querido más a un auto que a la salud de mi madre. He amado más a un perro
que a mis hijos. ¿Estoy durmiendo con el gato y el perro, en lugar de una
mujer? Es obvio cuando alguien le dice “papi” o “fifí” a su mascota carece de
una buena relación de pareja.
He observado que mi atracción y simpatía por
una misma mujer varía con el paso de los años: A medida que ella se marchite
con algunas molestias, ciertos desaires o desatenciones, ella podría gustarme menos
que otra más joven (así como ella en mi lugar, también,
podría pensar que yo no tengo lo que ella necesita física y económicamente). Yo puedo pasar horas frente a
mi computadora “comunicándome” con ella, pero una mujer necesita muchas cosas
que están fuera de mi engranaje sexual, económico y mental; de modo que ella
misma se procurará lo que yo no ofrezco ni tengo en mí mismo… ¿Cómo es que digo
que tengo una simpática afinidad con
Dios, si tampoco la tengo con personas que vivan conmigo? Mi conexión
emocional y mi afinidad con las cosas se deben a simples atracciones que no
demanden nada molestamente obligante de mi parte. Mi relación afectiva con las
personas no puede establecerse si ellas no hallan un tipo de afinidad amable
o una interacción mutual conmigo –con lo que yo soy– y no con los
objetos que tengo. Aunque el maridaje no puede establecerse si carezco de lo
que una mujer necesita (emocional, sexual y económicamente). ¿Me vinculo a Dios por una relación de dependencia o por amistoso
compañerismo?
Con los ojos, muchos hemos visto a las
personas que no debimos seleccionar como parejas y, quizá algunos pocos, al
parecer, hicieron una mejor (s)elección
de compañeros de vida para el afecto o el amor.
¿Cómo puede Dios mantener una relación de mutua
reciprocidad –cambalaches afectivos con los humanos– sin que haya una relación
de conocimiento personal, un encuentro perceptible o una relación de interdependencia?
Cuando menos, Moisés expresó ese deseo humano de conocerlo más allá de meras nociones
audibles (Éxo 33:13;18) y Aquel le dijo que “no podría verlo y seguir viviendo.” (Éxo 33:20)
¿Pero cómo es que Adán y Eva lo veían y no morían? ¿Qué estupidez narcisista es
esa de que no podemos ver a Dios por nuestro pecado, si “la serpiente” del Edén
(Satanás) ha
sido tan mala como siempre, y le ha visto? [Esto del narcisismo celestial será tratado más adelante]
Mi relación sustitutiva con una máquina no es
igual a la interactiva que tengo con la
naturaleza de una mascota juguetona y, cualquier forma de compatibilidad (de ser como ella o él) sólo se aproxima a lo minúsculo
pues, lo que advertimos por tierno afecto,
no está más desarrollado en una flemática gallina que sólo espera le den comida
como cualquier ave que, con un sonsonete, parlotea palabras de amor como loro,
cuando no sabe ni tiene modo de expresarlo –darlo– sino en esa relación de intercambios entre pedir o recibir
lo que puede. ¿La relación que tenemos con Dios, es sólo la de pedir y fingir
entrega? Luego, en un sentido afectivo o condescendiente, pero evidentemente absurdo,
desafectado e impertinente, no puede decirse del Altísimo en un escrito: “…tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito, para que todo el que cree en Él
no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan
3:16) El amor no
puede existir sin dejar de expresárselo, visceral o tangiblemente en su modo afectivo
individual y personal; sin dejar de manifestarlo frente al objeto de ese amor
al que se le declara interés genuino. Yo no podría amar a alguien (a
quien no conozco) a
distancia ni esperar ser amado a control remoto… ¿Qué relación de
correspondencia hay entre lo que yo crea y
entre alguien en quién no hallo coincidencias o correlación afectiva? Soy libre
de gustar(me) con personas que no me deseen pero, el amor, es más que sólo
gustarse o buscar(se) en alguien sin obtener correspondencia y sólo rechazo: El
amor es o debe ser dialéctico, comunicante y comunicativo. Si el amor no
tuviera la buena cualidad de no ser explosivo, sería irascible e ingrato y, en
ese sentido, el Antiguo Testamento habla bien al decir: “Dios es tardo para la ira”. (Éxo. 34:6; Núm
14:18; Joel 2:13)
No obstante, ¿realmente Moisés explotó de rabia en aquel ayuno y mandó matar a 3 mil idólatras en un solo día? (Éxo
32:28)
En relación a lo que se dice en lo que nos
han dicho es “la palabra de Dios” todo
ello nos coacciona al incuestionable sometimiento de “creer”, sin dudar, cuando
nos dicen que “…el que no cree ya está condenado por no haber creído…” en Jesucristo (Juan
3:18). ¡Diantres!
Cuando menos, en el Antiguo Testamento, aquellos hombres (como
Moisés) tuvieron una
relación interpersonal con la deidad y, ahora, estos escritos gobiernan mis temores con manipulativa
coacción, no mostrando el camino simple –desde la A hasta la Z– para establecer
una relación de conocimiento personal o vivencial…
Si Jesucristo es el camino (al
menos, al creer en Él como un hecho histórico) ¿éste nos dejó clara las instrucciones para
llegar al Padre? Indistintamente de mi irrelevante opinión, Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.”
¿Hasta qué punto este Jesús monopoliza y filtra el camino hasta el Dios tardo para la ira y que perdona la maldad?
Si la Biblia es una de las formas en que Dios
ha expresado Su voluntad y Su amor por la humanidad, en relación a Jesús, la
escritura nos dice: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido en quien mi alma tiene
contentamiento. He puesto sobre Él mi Espíritu, Él traerá juicio a las
naciones.” (Isaías
42:1) De modo que
Él es el juez, Jesús es quien Dios se ha complacido para juzgarnos pero
asegurándonos que, Su señorío ni Su gloria la ha traspasado a otro; de modo que
Jesús no puede adjudicarse otra función para acaparar lo que no esté en Su
competencia de siervo: “Yo Jehová; éste es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a
esculturas.” (Isaías
42:8) Pregunto, el catolicismo iconográfico ¿no ha
distorsionado el significado de mucho en las Escrituras haciendo una teología distinta a la del Antiguo
Testamento?
Aunque temerosamente profese algo de fe en
esas nociones teológicas repetidas toda mi vida. ¿Cómo creer a quien no conozco
personalmente? ¿Cómo escucho al Padre, si tampoco oigo al resucitado Hijo?
¿No dice Jeremías 17:5 que no crea ni a mi corazón, ni a lo humano
que hiere, pelea y miente dentro de cada mortal?
“… ¡Maldito el que se apoya en
su propia fuerza y aparta su corazón del SEÑOR!” (Jeremías
17:5)
Desconozco el porqué del que yo no pueda ver
a Dios manifiesto –sin opinión de intermediarios– de una forma personal y audible, si es que por
sí mismo existe. Si la muerte que nos dio Adán (¿por herencia
genética?) fue esta
muerte espiritual –esta aciaga separación
presencial de Dios– aquella misma que Jesucristo significó hablando de aquellos
“muertos que debían enterrar a sus
muertos” (Mat 8:22) entonces estoy
espiritualmente fallecido, creyendo que vivo, y me desvivo por despertar del
aturdimiento incoherente de ese amor
no manifiesto del humano respecto a su Hacedor... ¡Cómo me relaciono verdaderamente
con el Creador sin alcanzarlo?
Un gobierno demagógico constantemente dirá que su prioridad siempre es atender los
deseos y necesidades del pueblo y, desde luego, toma tiempo entender la sórdida
mentira de que cada gobierno siempre sólo procura atender las
prioridades de cada gobernante y las de todos sus personeros (mucho
antes que las necesidades básicas de los electores). Una mujer o un hombre que formaron una
familia ¿siempre atienden a otros primero? ¡Sólo a ciertos hijos! A los más
queridos o pequeños, según la medida o antojo de ese amor caprichoso…
Una situación de práctica demagógica (emocional
o espiritual) es
aquella en la cual una parte manipula los juicios del conocimiento de otros al
decir que “uno vive para atender las necesidades de quienes les oigan…” aquellos
a quienes intentan seducir, manipular y, consecuentemente, a quien se intenta
movilizar, nulificar y someter. Los políticos fingen dar concesiones y nuevos
derechos, halagando sentimientos elementales de esos ciudadanos, a quienes tratan
de seducir para mantener el poder. En la religión o en la política se observa
ese mismo comportamiento, esa actitud demagógica, que consistente en halagar las
aspiraciones generales populares, para obtener o conservar el poder político o
para acrecentar la popularidad de quien dice ser su bienhechor y ayudador de
causas.
Si la ideología de cualquiera hace proclamas
sin relación de hechos, sin proximidad ni la aproximación de encuentros humanos
reales –como decir que amamos sin hacer obras– podemos estar frente a una falsedad
o alguien falso y, de allí que usase la analogía de las relaciones con
computadoras o mascotas. ¿No es así que sustituimos lo que nos falta? Una mujer
u hombre comienza a engordarse cuando come en demasía, cuando se relaciona
más con su estómago que con la alimentación de su vínculo con una pareja, porque
el caudal de esa atención de “amor” lo vuelca sólo en sí mismo (no
en otros).
Por lo general, en
la topografía del relieve de muchos lugares de la tierra, uno encuentra que los
nacientes de agua, los manantiales de una misma montaña o región, siempre tienden a unirse a lo largo de su curso de
descenso, antes de desembocar en el mar. No sé si esa analogía de la naturaleza
de las aguas también nos toque a nosotros como personas, que descendemos al
sepulcro pero, eso de que “Dios los cría
y ellos se juntan” ha de ser por la observación de muchos, y no sólo es un
decir del refrán popular pues, también las aguas de lluvia desbordan el cauce
de los ríos, incrementan los manantiales, y todas bajan al mar. ¿En algún
momento de la vida todos estaremos en la misma situación y lugar?
Toma
satelital de ríos que se juntan, causando otro mayor, aguas abajo.
Que yo sepa, no
hay muchos ríos en la tierra que, indistintamente, recorran todo su curso
–desde el naciente de sus manantiales– a todo lo largo de un río, por el
solitario camino que no se toque en algún borde de sus lados paralelos antes de llegar aisladamente al mar. Similarmente,
no hay humano que, en algún punto, cierto día coincida con los gustos o alma de
otros y, si esta analogía de circunstancias topográficas tiene algo que ver con
el Creador (la cual desconozco por ignorancia) aquello de que “en el principio Dios los creó a su imagen y semejanza” tiene que vincularnos al Hacedor, no en la
maldad, sino en algo en común, puesto que la creación no fue un acto reproductivo
sexual, sino una forma de comunicar(se) una naturaleza con la otra.
Cuando menos,
escrituralmente, la torpeza humana
quedó registrada esa madrugada en la que Samuel comenzó a oír la voz de Dios: “Y dijo Elí a Samuel: Ve, y acuéstate; y si Él te
llama, dirás: “Habla, Jehová, que tu siervo oye.” Así se fue Samuel, y se
acostó en su lugar. Y vino Jehová, y se
paró, y llamó como las otras veces: “¡Samuel, Samuel!” Entonces Samuel dijo: “Habla, que tu siervo oye.” (1 Sam 3:9-10)
Ese muchacho no
conocía la voz de Dios como el anciano Elí y, dando ése su consejo, Samuel fue
bendecido con una revelación que Yahveh quería comunicar(le) para que
luego fuera dicha a Elí (a quien Dios ya estaba abandonando,
por no haber estorbado ni reprendido a sus 2 hijos impíos). Por esa omisión negligente –la
de no amonestar a tiempo– un sacerdote que sirvió a Dios por 40 años era
descartado de sus oficios. Samuel, muchacho todavía, servía a Dios en el
templo, y ese era el oficio vocacional que debían haber estado haciendo los
hijos de Elí. Samuel no conocía a Dios y, por la inferencia del viejo Elí, es
que Samuel comenzó a comprender que Dios tenía una voz audible y, que cuando
hablaba, tenía una voz humana; misma que resultó parecida –en ese caso– a la
que tenía Elí. ¿Vamos viendo que Dios
es quien tiene el Soberano derecho de acercársenos a iniciar una relación con nosotros? Los
hijos del sacerdote no servían a Dios y, sus acciones eran mal vistas por el
pueblo y por Dios. En cambio, en un momento de reposo, Yahveh Dios eligió acercarse a Samuel para comunicar(le) Sus planes, lo
que Él decidió hacer. ¿Estaba orando diligentemente Samuel para oír a Dios? ¿Se
le apareció en un momento más ocupado de su día, en una dura faena de ayuno y oración?
¡No! No así.
Lo incoherente
Para mí, la teoría de la evolución es un absurdo
y, sólo sirve para desvirtuar el otro modelo que tampoco explica nada. La
“evolución” sólo saca a Dios de la creación y de nuestro entorno de siervos. La
“evolución” sirve para (re)clasificar similitudes anatómicas entre vertebrados
y mamíferos, pero no prueba esta de la mutación visceral evolutiva, aunque
hemos visto personas con manos con 6 dedos y, en mi juventud, llegué a ver
“mutaciones” en fetos con 2 cabezas y 1 solo ojo en su frente. ¡Eso es un
defecto! No creo que 1 persona con 2 cerebros vaya a pensar mejor teniendo a
todo el mundo observando su “rareza”, su inocultable diferencia anatómica, sin
que ya sus padres no se hayan alarmado por la fenomenología de un hijo tan
diferente ¿Acaso ya un hijo con señales de mongolismo no resulta un problema? ¡No seamos hipócritas como las leyes de las
naciones! No se trata de avergonzar ni ridiculizar(nos), sino de reconocer que
las muchas diferencias tienen “desventajas” aparentes. ¿No asisten ell@s a
escuelas vocacionales diferentes? Yo, de mi parte, solía reírme de todo el
mundo que tuviera un detalle anatómico notorio
fuera de lo “normal” y, no es difícil observar la burla que otros, también,
hacen por hallar seres raros o diferentes. ¿Cómo no será difícil coexistir esta
vida con personas que se nos burlan por ser pesadamente gordos o cíclopes sin 2
cabezas?
Un pianista con 12
o 16 dedos no sería tan admirado por la música, como estudiado por la ciencia. La
evolución no ha podido producir, por sí sola, algo mejor de lo que ya Dios haya
dispuesto y, en todo caso, cuando se mezcla un burro con una yegua, la mula que
se engendra no puede producir hijos... ¿Podemos forzar la creación de algo
mejor de lo que ya Dios dispuso en la tierra? ¡Bueno! No sabemos si Dios existe
y, en tanto vamos por otro camino, ya se han hecho avances para corazones
artificiales, pero no para un riñón. Hemos creado máquinas más rápidas que el
cerebro, pero ninguna puede ser implantada en el cráneo pues, nuestro cuerpo es
tan complejo que no podemos acomplejarlo con nada que no se parezca a nuestra equiparación
“normal”.
Yo
no puedo relacionarme afectivamente por una burra. Quizá pueda tomar de su
leche, pero no puedo enamorarme de ella, ni de mi computadora ni de mi mascota (si
lo hago, sería otro loco) y, si por extensión toda relación íntima está condenada a seres del
mismo género –con afinidades similares– aquello de “amar a Dios con toda mi mente, todas mis fuerzas y
alma…” (Deut. 6:5; 11:13; Mar 12:10; Luc 10:27) tampoco tiene sentido, porque Dios
no es notoriamente accesible y el goce de Su afecto es complicadamente inviable.
En un sentido, ese amor se parece a mantener relaciones amorosas online, donde la distancia extingue condescender
muchas veces, tener paciencia con cariños elásticos y enfrentar el descarte
instantáneo o el potencial del olvido –por intervalos de desconexión– donde
existe la sensación que desabriga ese calor de lo que parece intenso pero, el
curso de la vida del hombre ¿se une algún lugar al torrente de la topografía
divina para el encuentro de un día?
No
puede haber aproximación ni parecidos, si una parte y la otra no encuentran la afinidad
para identificar coincidencias para una
relación interactiva. No puede haber acercamiento ni reuniones, si una
parte se esconde en incorregibles predecibles. Yo no quiero arrimarme a Dios
para vivir “una eternidad” sin una relación personal de verdadera intimidad o
sin una correlación de familiaridad que comience justo aquí. No me interesa otra vida, si ya ésta, me
pareció algo desapegada, insulsa y, lo que hice de ella, fue aprovecharme de
otros egocéntricamente (del
mismo modo como decenas de personas se aprovecharon, e hicieron lo suyo con mi
vida).
No
me interesa llegar al final del vertedero del mar por un derrotero paralelo. No
me interesa un día más en esta vida, y no haré braceo que acelere “mi llegada” al
final, sin que Dios no haya oído mi opinión ni haya hecho nada para sacarme de
este desánimo o decepción general de lo que algunos llaman apocamiento de la fe:
Leer sobre las Experiencia Cercanas a la Muerte (ECM) me devolvió algo de la fe
perdida, de la que ya no me siento parte ni me identificaré como cristiano. En
cuanto a Cristo, no lo veo como Dios y, desde luego, mucho de Dios estuvo en
Él, pero no en mí.
Proféticos males
En la Pág. 58 del libro “Memorias
de una nación en Guerra” de José Ángel Hernández dice: “El
grueso de la iglesia no había entendido el mensaje expresado por Dios; por el
contrario, lo había tergiversado creyendo que el milagro al cual Dios hacía
referencia, se trataba de un milagro político (…) Dios hablaba del milagro espiritual (…) la
iglesia no recordaba el pacto que había hecho con Dios, de orar por esta nación
(…)” ¿No
estamos unos confundidos tratando de sortear males (proféticos o reales) buscando junto con lo bueno que nos deje el día para disfrutar? No
es nuestra responsabilidad resolver los problemas del mundo (tampoco es
responsabilidad sacarnos de lo malo que hagamos o hagan otros) pero si no
obramos –ni oramos– ¿a dónde vamos con la gente maliciosa y disponedora que
tenemos al lado?
Muchas veces he oído de milagros
y de cosas de las que no he sido testigo presencial. Todos vemos algunos luceros
en la noche –unos más y otros menos– pero pocos pueden ver centenares de
estrellas más allá de que los que sólo vemos al cercano sol, la estrella de
cada día. Nadie conoce la inmensidad interestelar más que un astrónomo que se
dedica a estudiar la mensura del cielo, mientras que muchísimos sólo atisbamos a
ver una ínfima parte del firmamento cuando intentamos mirar al cielo. ¿No hay
otras personas que intentan mirar la gloriosa presencia del Señor, del mismo
modo como Moisés pidió verla del rostro de Dios?
“(…) Al verlos desaparecer en la
oscuridad de la noche, proseguimos nuestro camino siendo guiados por un hermano
de esa congregación. Al comenzar a subir la cuesta, uno de los hermanos que venía
en la retaguardia alzó su voz formulándome una pregunta: “Hermano, José
¿Cuántos creyentes se fueron con el pastor Morales?” Le respondí, diciendo:
“Veinticinco ¿por qué?” Nuevamente me pregunta: “¿Cuántos se quedaron con
nosotros?”. Nuevamente le respondo: “Setenta y cinco, ¿por qué?” Finalmente me
dice “Yo quiero entonces que usted me explique, ¿De dónde salieron estas
quinientas personas que vienen detrás de nosotros, vestidos de blanco
imponiendo manos a todo lo que nosotros tocamos?” Me detengo y quedé sorprendido,
al ver literalmente como a unas quinientas personas detrás de nosotros tal como
lo había explicado el hermano. Esta manifestación gloriosa me llevó a interrumpir
la caminata de oración para decirles a los hermanos que se detuvieran y dieran
media vuelta, para que vieran que mayor eran los que estaban con nosotros.Visto
esto, los hermanos levantaron un clamor y un concierto de lenguas se dejó oír
en esa comunidad, porque el espectáculo era glorioso: por primera vez, muchos
de los que allí estaban veían no solo a un ángel, sino como a unos quinientos
ángeles que nos acompañaban. Allí entendí la razón por la cual la gente le dijo
al alcalde que vieron como a unos diez mil evangélicos marchando por las calles
de Güigüe; de seguro no era exageración, sino que vieron la presencia de los
ángeles del Señor acompañándonos en esa gloriosa batalla. Después de orar
seguimos adelante. Toda preocupación desapareció, incluso, ya no nos
preocupamos por el pastor Morales y sus veinte y cinco guerreros, sabíamos
ahora que estaban bien acompañados y que nadie les podría hacer frente.”
Leyendo más adelante, con fecha
del 25 de Febrero de 1989, el mismo libro nos dice: “He aquí que por haber
dejado de clamar y humillarse ante mí, dentro de dos días esta nación verá mi
ira, y veréis principio de lo que podrá suceder en esta nación, si no me
buscáis.” Luego de esos
días, en Venezuela se dio el “Caracazo” y hubo cientos de muertos a fin de
detener los saqueos que se presentaron... ¿Habrá más resentimiento y crisis social luego, tanto en Venezuela y como en
el resto del mundo?
Seamos naturalmente cuerdos y
ambiciosamente racionales, nadie que
trabaje para un sindicato lo hace por motivos vocacionales y sin un sueldo
mejorable. Todo el que busque un empleo, siempre lo ha hecho por dinero, no
como oficio vocacional. A decir verdad, parece que olvidamos que cada sindicato cobra un porcentaje del
sueldo de cada trabajador en el mundo así como cada gobierno, también, cobra un
porcentaje de nuestro salario; del mismo modo como obligadamente pagamos
impuestos cuando hacemos compras, viajes o solicitamos licencias de
matrimonios, para conducir autos o formalizar empresas de negocios. Si cada
ciudadano requiere algo del Estado, ha de pagar impuestos y dinero para que los
funcionarios se muevan en la dirección que deseamos y, eso sin decir que la
corrupción de algunos gobiernos es tan descarada que ya se sabe que en
Venezuela, hasta el más raso de los policías, también te pide algo de dinero
para que se haga justicia contra los detestables delincuentes facultados quienes, a su vez, también terminan pagando
“impuestos”, debido a que éstos pagan a conocidos policías en funciones (aunque muchos de ellos son ex
policías y personajes del gobierno) y ciertos crímenes son coordinados
entre el hampa y “la ley”; de modo que todos ellos son una especie de
sindicatos que se aseguran un cómodo retiro
el día en que ya no estén en funciones “de gobierno” ni tengan las armas que
apoyan sus inicuas fuerzas.
¡Sí! Los sindicatos son una
extensión de la perniciosa política que se articulan ‒por
y contra‒ empresarios y gobiernos y, esa cuota porcentual
mensual que se paga, es un impuesto que nunca disfrutaremos, pero ellos sí la
cobran, aun cuando no seamos beneficiarios directos ni afiliados de las supuestas causas que ellos dicen
defender frente a patronos y gobernantes, sin haber logrado nada en años. ¿Qué
significa eso? Que los sindicatos patronales –también los del Estado– cobran un
sueldo de sus protectores y de los empleados y, a la hora de desplegar
beneficios, ellos siempre serán los primeros en recibirlos, debido a que su relación cercana al patrono les asegura
una posición de ventaja, la que no siempre disfrutan los empleados que
están más lejos de esas trampas del fingimiento
síndico-político. ¿Quiénes están exentos de pagar impuestos? Los
sindicalistas y los gobernantes corruptos y, todos ellos han creado esas estructuras jerárquicas de gobierno a
las que intentan controlarnos, someternos (o dar culto).
Cada Estado se ha abrogado el
derecho de conducir las vidas de cada ciudadano por el derrotero que a ellos
les ha parecido mejor. Como padres sumisos –o siguiendo las ideas de Aldous Huxley (1932) en “un mundo feliz”– hemos delegado la
responsabilidad de educar a nuestros hijos a
quienes no los hicieron en nuestra cama, a quienes no les duelen
nuestros muchachos y, como siervos en sus feudos alquilados, hemos
traspasado muchos de NUESTROS derechos a cambio de las pocas concesiones que
los gobernantes nos han dejado sin tributar: Todo a cambio de un diploma y
algún puesto de trabajo descalificado.
Nuestros hijos están aburridos en la adoctrinadora
escuela, tanto como ellos lo estarán en sus trabajos mal pagados. Los patronos
–así como desde los días del feudalismo– se han dedicado a la explotación del hombre por el hombre y, si aquellas costumbres fueron cambiadas
por los sistemas que decimos “validan nuestro veto y cada voto”, ello no ha
sido nada más que un cambio cosmético pues, los medios de producción son de
pocos, todavía pertenecen a los de cuna dorada, así como también manejan las herramientas
de la economía y, el dinero es la herramienta que usan los gobiernos y los
acaudalados.
Indistintamente de la fuerza que haga
violencia, los asalariados siempre se alquilaron a quienes les ofrecieran algo
de lo que todos carecemos. En algún momento de la evolución económica, el
trueque dejó de ser práctico y más cómodo y liviano pareció usar valores de
cambio, como el oro y la plata (hoy día transacciones electrónicas
internacionales) por la sencilla razón de movilidad, para poder depositar
caudales en una cuenta bancaria, sin que los bienes perecederos se pudrieran o
estorbaran en nuestros viajes o desplazamientos; pero ello no significa que el
trueque dejase de ser útil pues, se
cambian horas de trabajo por algún bien perecedero tangible o intangible para
subsistir, alimentarnos o comerciar con ello.
Según leemos la literatura sacra, podemos
inferir que casi todos los pueblos evolucionaron económicamente del nomadismo a
una forma de gobierno superior al de las tribus pequeñas o aisladas, a un
reinado estable o a una república cambiante. Puede que una tribu luchó muchas
veces contra otras para someterlas, como sucedió entre los mayas, pero sólo los
reinos fuertes –luego de pasar por formas imperialistas– dieron paso a la
formación de repúblicas industriales, luego que sus colonias se escindieron y, al
parecer, ese sueño de Babilonia y una sola nación y un solo gobierno, parece repartirse
–con desiguales– nuestras eras.
Aunque no haya existido verdaderamente un romano
con el sueño de conquistar todas las naciones del planeta (como
lo hizo el macedonio Alejandro Magno) la expansión colonialista de España, de
Inglaterra o de USA ha sido una realidad similar a la de Francia, China, Rusia,
Alemania; entre otras. ¿No es curioso que, los centros de poder, se vayan
desplazando de la derecha del planeta hacia la izquierda, tal como los hebreos
hacen sus lecturas?
Una
simple vista a la ubicación de Babilonia, Medo-Persia, Grecia, Roma y –desde
estos últimos 500 años– nos hace ver la importancia de América respecto al “viejo”
mundo, pero ¿ese poder se mueve hacia la enrojecida
izquierda del planeta? Sea como fuere, en 1919 Lenín dijo en un discurso
grabado en gramófono –obviamente con toque expansionista– “…El poder soviético ya ha triunfado en varios países.
Pronto presenciaremos la victoria del comunismo en todo el mundo;
presenciaremos la fundación de la
República Federada Mundial de Soviets.”
Manifiesto del partido comunista de Engels y Marx
Jesucristo dijo, hace 2 milenios: “No crean que he venido a traer paz a la tierra. No
vine a traer paz sino espada.” (Mat 10:34) Más que dividirse las naciones, al fin de
los tiempos, se dividen familias al parecer; puesto que Él dijo: “He venido a causar discordia (…)
los
enemigos de cada cual serán los de su propia familia.” (Mat 10:35-36) ¿Por qué pasar por toda esta
complicación divisiva? Honestamente, no entiendo porqué la humanidad deba pasar
por todo esto. Sigo creyendo más en lo dialéctico que en lo destructivo y, por
si fuera poco, Jesucristo mismo prefiere concordar antes que rivalizar. Al
punto que, antes de ir al altar a dar un presente como ofrenda, Él mismo
aconseja ponerse en paz con el adversario (Mat
5: 23,
25) y, luego que se
haya hablado y pacificado al contrario, conviene hacer la entrega de la ofrenda
de lo que se tenga en sacrificio.
Aunque Jesucristo haya dicho que “no vino a destruir lo que hayan dicho los profetas y
la ley” (Mat
5:17) mucho del Antiguo Pacto dejó de ser como previamente
había sido. Antes, si alguien maldecía a otro, se exponía a perder la vida
frente a los testigos que podrían apedrearlo si pronunciase el santo nombre de
Dios (Lev 24:16) en cambio, Jesús manda a “bendecir” a todo el que nos persiga o
cause afrenta (Mat 5:44; Luc 6:28) a fin de que seamos hijos del Altísimo (Luc
6:35). Pero este
mismo Dios misericordioso “que hace salir el sol sobre buenos y malos…” ¿no es el mismo que dejó que
Moisés matara a 3 mil personas a las que su
hermano Aarón les hizo el ídolo en forma de becerro?
“Amen a sus enemigos (…) Él es benigno para con los ingratos y malos. Sean compasivos como también vuestro Padre es
misericordioso.”
(Luc 6:35-36)
Tras la rebelión de Coré, la ira de Dios
consumió a unas 15 mil personas (Núm 16:49) junto con la vida de los que
apoyaron a Coré frente a sus tiendas. Se ha dicho que Dios es “tardo
para la ira” (Éxo 34:6; Salm 86:15; Neh 9:17) pero, mucho del Antiguo
Testamento revela lo contrario “…que no deja sin castigo al
culpable…” (Éxo
34:7) y, justo el
Nuevo Testamento lo “revela” ser blandengue en boca de Jesucristo:
“Concíliate
con tu adversario…” (Mat 5:25)
“Bienaventurados
los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios.”
(Mat 5:9)
“Bienaventurados
los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es
el reino de los cielos.” (Mat 5:10)
Al parecer, la rectitud del cristiano es tolerar y padecer toda injusticia que alguien nos imponga, como si la ira de
Dios estuviera aplazándose, observándonos para premiar con la “vida” venidera.
No obstante, aunque a regañadientes oremos por los que nos detestan y
molestan, lo mejor que podemos hacer es no buscar vengarnos nosotros mismos,
sino rogar moralmente a Dios por Su justicia.
“No os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el
Señor»” (Rom
12:19)
¿Acaso puedo castigar yo mejor que Dios?
No obstante, cuanto menos me valoro a mí
mismo, más fácilmente me vulnero para ser controlado por el liderazgo que haga
las funciones sacerdotales o ministeriales y, de allí que tenga que tener
cuidado cuando se me diga “no ser digno de Dios”, tal cual Cristo ha dicho: “…No es digno de mí…” (Mat
10:37-38). ¡Pero
quién es digno de quién? Acá retomo la idea del narcisismo celestial: Al
parecer Dios le dijo a Moisés que “no podría verlo y seguir viviendo.” (Éxo
33:20) ¿Cómo es
que Adán y Eva sí lo veían y no morían? De hecho, al pecar (desobedecer) trataron de esconder su desnudez (Gén
3:11; 2:25) ¿Qué
estupidez es esa de que no podemos ver a
Dios por nuestro pecado, si “la serpiente” del Edén (Satanás) ha sido tan mala como siempre,
y le ha visto? Por otro lado, si Moisés estuvo 40 días en la presencia de Dios ¿cómo
es que nada vio de Él en ese retiro, con supuesto ayuno?
Una vez más, la numerología cabalística parece repetir sus juego escritural como
el del Pentecostés (50 días) ¿acaso eso de la significación de las lluvias
del diluvio, las “nubes” que caminan con las personas para dar sombra en el
desierto y el tiempo medido – en 40 días–
tienen otro significado místico, como el ayuno de Cristo?
“40 días y 40 noches llovió sobre la tierra.”
(Gén 7:12)
“Moisés
se internó en la nube y subió al monte, y allí permaneció 40 días y 40 noches.”
(Éxo 24:18)
“40 días estuvisteis
explorando el país [la
tierra prometida]; pues 40 años estaréis pagando vuestro castigo: un
año por cada día. Así sabréis lo que es ponerse en contra mía.”
(Núm 14:34)
“[Jesús]
Después de ayunar 40 días y 40 noches, tuvo hambre.”
(Mat 4:2)
“¿Y
con quiénes se enojó Dios durante 40 años? ¿No fue acaso con los que pecaron (…)
en el desierto?” (Heb 3:17; Núm 32:13)
Nuestras relaciones fallan por un excesivo
egoísmo narcisista y nuestros amoríos fracasan por desmedido egotismo. Nadie
permanece junto a otro si, en alguna medida, las expectativas personales e individuales
no están bien satisfechas: Si Dios no está con el hombre o viceversa, si el
hombre no está con Dios, alguno no está contento con el otro.
Si la biblia no fue dictada ni inspirada por Dios, sino que toda ella tiene el carácter moralizador de hombres éticamente
bienintencionados, podemos dejar de reverenciarla o idolatrarla, y tomar todo lo bueno que ella tiene sin ensalzar
con la deidad a quienes supuestamente la escribieron, para finalmente decir: “No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence
el mal con el bien.”
(Rom 12:21)
“…Conviértanse
ellos a ti, y tú no te conviertas a
ellos.” (Jer
15:19) Y con ese
mismo espíritu positivo, la carta a los romanos nos dice: “Ámense con toda sinceridad. Aborrezcan lo malo y sigan
lo bueno.” (Rom
12:9) ¿Qué importa quién
pensó así o lo escribió asá? (lo
idolátrico del cultismo es extremista) Tenemos que acabar lo malo para imponer lo bueno. No está bien convivir con el
mal si, con algo más de esfuerzo, podemos coexistir con lo bueno desechando la
maldad y lo aborrecible de nuestra maldad.
Al final de los tiempos cesará la religión y
la verdad será conocida sin mediación de hombres religiosos, tal como Isaías lo
menciona; “Este
pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no
es más que un mandato enseñado por hombres.” (Isa 29:13) En ese particular, es bueno reconocer
que “Dios” no pidió sacrificios en esos 40
años que deambuló con Israel por el desierto, de manera que “se aclara” que la
religión y su cultismo evolucionó por la
inercia del “perfeccionismo” humano que agrega cosas a lo que parecía requerir(se):
“Israelitas, ¿acaso en los 40 años del
desierto me ofrecisteis sacrificios y ofrendas?” (Amós 5:25)
El profeta Samuel también dijo: “¿Acaso se complace Jehová tanto en los holocaustos
y sacrificios como en la obediencia a las palabras de Jehová? Mejor es obedecer que sacrificar (…)” (1Sam 15:22)
Los sacrificios fueron aceptados como parte
de esos homenajes rituales en los que Israel se reunía como asamblea.
“¿De qué me sirven sus muchos sacrificios? —dice el
SEÑOR—. Harto estoy de holocaustos (…); la sangre de toros, corderos y cabras no
me complace. ¿Por qué vienen a presentarse ante mí? ¿Quién les mandó traer
animales para que pisotearan mis atrios? No me sigan trayendo ofrendas vanas (…)” (Isa 1:11-13)
Es obvio que Israel sólo debía presentar
ofrendas para el día de celebrar las 3 fiestas anuales (Deut
16:16) y, desde
luego, para sostener la economía del sacerdocio; pero este consejo de
Eclesiastés es muy bueno:
“Cuando vayas a la casa de Dios, cuida tus pasos y acércate a escuchar
en vez de ofrecer sacrificio de necios, que ni conciencia tienen de que hacen
mal.” (Ecl
5:1)
Pero ¿escuchar a quién? La cultura teocrática
judeocristiana del 1er siglo era moralizadora como la de muchos rabinos judíos.
Sin embargo, los años agregaron una innecesaria liturgia que fue la misa y no
la labor pedagógica de la escuela teocrática.
“¿De qué me sirve este incienso (…)? Sus sacrificios no me agradan.” (Jer 6:20)
“Pues tú no quieres ofrendas ni holocaustos; [ni
velitas] no es
lo que te agrada.” (Sal 51:16)
“¡Yo aborrezco sus fiestas religiosas! ¡No soporto
sus cultos de adoración!” (Amó 5:21)
“En verdad, cuando yo saqué de Egipto a sus antepasados, no les dije nada ni les ordené nada acerca
de holocaustos y sacrificios.” (Jer 7:22) De allí que, Jesucristo recalcara
contra ciertos hipócritas [sin confrontar a muchos en ese tema
tan particular]: “(…) Este pueblo de labios me honra, mas su corazón
está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas,
mandamientos de hombres”, porque, dejando el
mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres (…)” (Marcos 7:6-8;
Isa 29:13) ¿Cuánta
tradición de distintos hombres tiene la biblia? De allí la importancia del
milagro de que Dios vuelva a acercarse a cada persona, individualmente y, esa
condición, la expresa el esquema de estos cantos:
ü “¿Quién subirá al monte de
Jehová? ¿Y quién estará en su lugar
santo? El
limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas
ni ha jurado con engaño.” (Sal 24:3-4)
ü “Jehová, ¿quién habitará en tu
Tabernáculo?, ¿quién morará en tu monte santo? Sólo quien hace lo bueno y practica la justicia;
sólo quien piensa en la verdad y actúa con la verdad; sólo quien no habla mal de nadie ni busca el
mal de ninguno ni ofende a nadie; sólo quien desprecia al que merece desprecio,
pero respeta a quien honra a Dios; sólo quien cumple lo que promete aunque
salga perdiendo; sólo quien presta dinero sin cobrar intereses, y jamás acepta
dinero para perjudicar al inocente. [El que hace
estas cosas]” (Sal 15:1-5)
ü “Sólo vivirá segura la gente que es honesta y siempre
dice la verdad, la que no se enriquece a costa de la violencia de delitos, la
que no acepta regalos a cambio de hacer favores por soborno, la que no se
presta a cometer un crimen, ¡la que ni siquiera se fija
en la maldad que otros cometen!” (Isa 33:15)
ü “Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.” (Mat 5:8)
Adicionalmente del tipo de personas mencionadas brevemente arriba, no se ha de olvidar a los
individuos de “corazón contrito
y humillado” debido
a que la mayoría de los estudios y estadísticas acerca de las ECMs (experiencias
cercanas a la muerte)
se comenta que aquellos que padecieron infartos sufrieron dolores intensos al corazón y, viéndose cerca de morir, también se
arrepintieron. De modo que ese sufrimiento es literal, así como la rotura de su
espíritu en relación al cuerpo.
ü
“¡Tú no desprecias, oh
Dios, al corazón hecho pedazos!” (Sal 51:17)
Sensación
de amor
Adicionalmente al corazón contrito y humillado, muchas de las personas que han
tenido esas experiencias (o
desvaríos) cercanas a la muerte describen cosas demasiado
hermosas para nuestra vista. Quienes han dicho haber llegado al cielo y sentido
la presencia de Dios, hablan de una indescriptible sensación de ser amados y de
amar, que no tiene parangón con lo terreno (así sea alguna alucinación, como
los escépticos lo afirman). En el relato del Edén ¿Dios esperaba una relación,
o un acto referente a religión? Cuando Caín y Abel presentaron sus ofrendas, Dios
tuvo agrado de la oveja que Abel le presentó pero ¿significaba ello que Dios
era un carnívoro religioso y no un vegetariano
que prefería compartir Su maná? Desde el Génesis adánico percibimos, cuando
menos, que las calorías y proteínas eran de origen vegetal: “…Puedes comer del fruto de todos los árboles del
jardín, menos del árbol del bien y del mal…” (Gén 2:16-17).
Pero es intrínsecamente
egoísta pensar en matar a otro ser porque
somos los únicos seres con inteligencia en esta galaxia o universo.
Es narcisismo egocéntrico inhumano pensar que
haya pocos grados de inteligencia animal comparable a la nuestra, cuando por
siglos ya la iconografía en la mitología había representado cosas que para muchos
es totalmente despreciable e insignificante.
¿Alguien puede negar que este delfín no esté
apreciando el sonido de la criatura en el vientre de esa mujer?
La mitología fue modelo a muchas cosas que no
tenían la hipótesis de elaboradas teorías. Darwin tuvo que usar mitos para
“explicar” la evolución que no ha producido nada nuevo, excepto descubrimientos
y la extinción de más animales raros.
Es matemáticamente improbable que muchos
escritos hebreos sacros resultasen profecías
mesiánicas, a la hora de la llegada de la histórica muerte de Jesús:
“Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que me
arrancaban la barba; ante las burlas y los escupitajos no escondí mi rostro.” (Isa 50:6)
Iván Panin, un erudito agnóstico ruso y judío,
investigó la numerología encubierta
en la Biblia y terminó creyendo que esos libros sí fueron inspirados por Dios.
Primeramente, despejó la línea de Génesis
1:1 (leyendo de derecha hasta la izquierda) y observó que en hebreo ese
versículo comenzaba con 7 palabras para un conteo de letras totalizando un
número de 28. Estudió esa divisibilidad exacta entre 7 y la frecuencia con la
que se repetían otras cifras, lo divisible y algunos patrones de recurrencia de
estructuras de letras que, en algunos casos, a cierta distancia de cada
columna, se repetían algunos mensajes con otras palabras de significación “oculta”
en la lectura normal... Desarrolló una teoría que no fue refutada, documentada
en más de 4000 páginas. ¿Prueba ello la existencia de Dios?
Iván Panin expresó: “Mi amigo del mundo, quienquiera que tú seas: O está Jesucristo
equivocado o lo estás tú. La respuesta de que ninguno de los dos lo estén solo
evade la cuestión, pero no la resuelve; pero las épocas han decidido que Jesucristo no está equivocado. Te toca
a ti decidir si permanecerás en ese error.”
El escepticismo sectario no
solamente es un hecho histórico que se mueve al campo económico político
masivo, aunque menos elitista que el de los acaudalados cienciólogos. El documentado caso de noviembre de 1978 –con una
secta religiosa de miles en el Templo del Pueblo– se protagonizó
un suicidio por envenenamiento colectivo en Jonestown (Guyana socialista) nos muestra cómo el error de
la reverente sicología idolátrica populista hace de un hombre un equivocado
“dios”. Otro ejemplo de este sectarismo se produjo en Waco (Texas), cuando en 1993 el
enfrentamiento entre agentes federales y miembros de un grupo religioso, que se
denominaban davidianos (siguiendo a quien se autodenominó David
Koresh) finalizó después de más de dos meses con un incendio y la muerte
de 87 miembros de la fanática comuna y 4 agentes federales. Cristo predijo que
vendrían muchas personas proclamando ser
el mesías y ello no solamente ya pasó en su tiempo, sino que unos 600 años
luego se creyó en Mahoma como se creyó fatalmente en Jim Jones o en David Koresh…
¿Cómo creer en alguien a quien no tengo acceso ni conocimiento personal?
Conclusiones
Las Escrituras nos hablan de
alguien a quien no tengo directo acceso, tratos inmediatos ni una vida de
relación interpersonal (excepto que asuma la vida moral propuesta). Las Escrituras
son un medio sustitutivo de “ese vínculo” que no es personal ni real, sino una
proyección de la idealización: Retomo aquello de “mi relación” con mi
computadora, el Yo con el Ello; pero no es algo real ni humano. Mi
máquina me permite ver videos, representaciones y cálculos matemáticos, pero no
es una realidad tangible. ¡Hago cosas! Pero no las hago yo, sino una proyección
de modelos que hicieron otras personas para entretenerme en algo que creo que
hago (y no hice). En este escrito, mi relación a lo que se lee, fue simplemente
tipiar letras que formaron palabras y, todo lo que sé lo escribieron otros, sin
un factor de cálculo matemático, pero el lector descifra mi hilatura verbal o
falta de cordura y, una vez que suba este escrito a internet, no sabré quien lo
lea, ni quien comentará algo algún día, cuando a solas muera.
Las Escrituras son hermosas, pero
carecen de sentido si ellas mismas no nos hacen interactuar con la realidad del
Creador ni el escritor encubierto. Curiosamente, también, nuestra subjetividad
nos hace creer e imaginar cosas que no son propias de quienes leemos. Nacen
muchos equívocos cuando interpretamos erróneamente el mensaje de lo que la
subjetividad ajena transcribe –con imprecisión– desde sus pensamientos y, de
allí, que en la teoría de la comunicación,
se hace importante la redundancia: Repetir para reafirmar lo que se intenta
comunicar exactamente.
Dado que hay expectativas y
malinterpretaciones en la comunicación –pese a la necesaria reafirmación de la
redundancia– cierta vez tuve que decirle a B.S.
lo siguiente, antes de que la dejara de tratar como amiga:
Aquí te diré una cosa yo
nunca te dije (Esto
es para que evites la próxima vez que pienses que has encontrado a la persona
de tus sueños). Gustaste de mí para que fuera de otra
forma en que yo no soy. Probablemente tú me gustaste de otra manera en que tú
no eres realmente. Ése fue el error de esta relación de viejos amigos y, yo
acepté eso de ser VIEJOS; pero no tengo enfado por mi edad y no hay ningún
resentimiento en algo viví ni en lo que dejé pasar alguna oportunidad... Esperé
que tú entendieras eso pero, insististe en obviarlo o evitaste ese asunto. Ésa
no es mi preocupación real ahora pero, lo aprendí bien. Este asunto te lo digo
luego de leer: "Me gustaste realmente mucho, y fue bueno vivir
esos sueños… "
Tal parece, tenemos que dejar de
pecar al tener expectativas desmedidas con quienes no conocemos y dejar de ser emocionalmente
engreídos. En general, lo mejor está en convivir sin hacer mucho ruido,
teniendo poca estima a ciertas cosas y siempre procurando hacer lo bueno, tal
como se ha dicho más arriba “¿quién estará en su lugar santo?”:
ü Sólo quien hace lo bueno y practica la justicia;
sólo quien piensa en la verdad y actúa con la verdad; sólo quien no habla mal de nadie ni busca el
mal de ninguno ni ofende a nadie; sólo quien desprecia al que merece desprecio,
pero respeta a quien honra a Dios; sólo quien cumple lo que promete aunque
salga perdiendo; sólo quien presta dinero sin cobrar intereses, y jamás acepta
dinero para perjudicar al inocente. [El que hace
estas cosas]” (Sal 15:1-5)
Dios sólo vive para aquel a quien Él
sale a su encuentro personal.
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A.T.