viernes, 20 de junio de 2014

Tus zapatos

Hay un cobertizo oscuro de mi vida. Hay un pasadizo largo que no suelo visitar, porque lo repudio tanto como lo detesto...

Hace años, muchos más de lo que quisiera recordar, me dejé llevar por una serie de valores que la “sociedad” me imponía y -en parte- todo ello tenía sentido (pero no era necesario).

Ejemplos: Si había de tener un padrino, no debía ser alguien pobre porque -el rico- me podía comprar las cosas que yo quisiera, a conveniencia y, si al efecto de los fines de la fe católica me remitía, el padrino no era para eso y, en ese sentido (de mi parte) yo escogí mal, NO PENSANDO EN LOS AFECTOS, sino en mi conveniencia materialista (aunque todos mis padrinos fueron perfectos) y, en particular, mi tío Guillermo, quien resultó ser mi tío paterno.

Estoy escribiendo en español para que me entiendas pero, muchas personas, sólo se entienden a sí mismas, del mismo modo que sólo quieren oír lo que sus oídos desean (eso es narcisismo, por cierto).

Yo no sé Uds pero, con muchas molestias e inconveniencias, cursé toda mi primaria en un colegio privado, modesto, pero que produjo molestias a mi abuela, a los míos, tantos a los que me soportaron (y digo “me soportaron” por que yo era una mierdita, pero sin olor).

Recuerdo, con tristeza y algo más que pesar, algunas de las bromas que yo hacía hoy, con repudio, autocensura y no sé qué forma de vergüenza, puedo recordar a Mercedes... Ella era una joven aplicada, muy inteligente y participativa en clase y, no sé porqué razón, yo vivía para hacerla pasar el ridículo. No sé si era que yo buscaba una forma de protagonismo entre mis compañeros, no sé si de veras disfrutaba burlarme de la gente y joder a todos los que me daban la oportunidad pero ¡me burlé de quien se me antojó! (y repito, no querer indagar algunos motivos).

Cualquiera, en su sabiduría, hubiera dicho: “La envidia”, “La quiere” “No sabe cómo ganársela” pero, la verdad, sentía gran desprecio por su pobreza y, siendo pobre, resultaba más rica y humilde que muchas (y ello no significa que no se enojó, que no me soportó) y, la verdad, creo que su verdadero valor -como persona- se fortaleció por la basura que yo fui en su vida.

Mercedes, también, tenía un pariente cuyo nombre era Jesús. Era un hombre servicial, dispuesto a ir más allá de sus responsabilidades laborales y, pese a que yo fingía tratarlo con respeto, una relativa estimación por el cargo que tenía en mi escuela, cada vez que él se daba vueltas, yo me reía de su joroba, del estado de su dentadura, de lo que pensé era una actitud servilista con los curas de esa escuela (y parroquia) que recibió a un “diablillo” que se metía con medio mundo pero, que a nadie se le ocurriera metérsele con él: Eso si era un pecado capital.

Aquellos zapatos de Mercedes eran blancos, de patente y, por ser tan viejos, lo blanco parecía amarillo. No tengo idea de dónde inventé tantas cosas para reírme de ella, de Jesús y de tantos. Sé que, de mi parte, no los envidiaba y, confesando mis faltas -la verdad- secretamente les detestaba y, si me preguntan, diría que: “por ser pobres”, quizá por mansos y humildes y, más que eso, creo les envidiaba por la grandeza interior que yo no les supe ver ni valorar ¿Cómo soportarme? Y, que yo recuerde ¿Nunca me abofetearon? (aunque sí hubo reclamos y, ciertamente, merecí más que eso).

En más de una ocasión, por aquellos días, habían traído a Venezuela una flota de aviones Camberra (de Francia). Yo no sé cómo me las ingenié para echarle tantas vainas con sus “zapatos Camberra” o con con “esas lanchas” que yo las bautizaba sin motor fuera de borda... ¿Estaba yo sólo en las bromas? Creo que mi desdén no sólo alcanzó a muchos en mi salón, mi mala fama recorría toda la escuela y, lo que me preocupa no es que Dios me haya oído sino, que Dios sí haya oído sus lamentos, su sollozos, su pesar y sus lamentos... ¡Jamás me hizo daño! Y yo fui todo lo contrario y, aún escribiendo esto, recuerdo que nunca exteriorizó su enfado contra mí (Jesús si lo hizo) pero sabe Dios (Jesús, su abuelita y su hermana) las veces que le produje un descontento... ¡Eso del Bullying! No es nada nuevo para mí (todos pasamos por eso).

Crecí!



No sé cómo pasó el tiempo y, el “diablilllo” no era mejor. Así como me burlaba de Jesús, su dentadura, su defecto físico o mala ropa, me reí de todos y cuanto quise, así que -si alguna vez me pasa a mí lo mismo- no será nada nuevo: Yo lo hice antes.

Lo que tuve no lo mendigué. Lo que tuve, me lo dieron otros y, si no me lo daba mi familia, me lo dieron otros.

Cierta época de navidad no tuve zapatos de cuero para el “estreno”... Eso era una de las pendejeras que ya me habían enseñado como parte de la “cultura”, la pendeja tradición a la que -desde hace un tiempo- yo me he rebelado: La Navidad, y el que me impongan el modelo a seguir cuando no soy lo que no soy.

Mi abuela -como siempre- intercedía por mí y hoy, no despotrico de ello, sino que -por el contrario- lo recuerdo y lo afirmo con agradecimiento (con cierta sorpresa). No voy a idealizar un recuerdo de las cosas que tengo muy claras y, mas de una vez, los míos hicieron lo que hicieron para que mi hermano y yo tuviéramos lo que tuvimos ¡Eso lo recuerdo! (también).

Sin embargo, a cualquiera que viviese en un rancho, yo lo consideraba gente de segunda...

El tiempo pasó y tuve que vivir en un rancho (un trío de veces).

Una cosa era pasar “unas horas” en un rancho, otra tener que pasar semanas, meses o años. Una cosa era visitar a mi familia, otra era vivir en las condiciones en que vivieron...

Cerca de los 26 tuve la experiencia de ser sacado del nido, ese del que presumía mío (Gracias a Dios).

Hice parte con aquellos que, en más de un modo, desestimaba. ¡Vaya que sí!... Hasta vendí helados caseros en la calle, y me fabriqué mi propio “rancho”...

Hoy tengo una idea distinta de lo que es un rancho: No son lámina de zinc, por techo.

Un rancho es un montón de tablas que no salen de la cabeza, clavos oxidados que o se terminan de cambiar por un hogar o una verdadera casa (y eso no tiene nada que ver con los benditos zapatos de Mercedes).

Un rancho es la sinrazón de presumir cuando no se debe presumir. Un rancho es una pila de mentiras construidas sobre el bahareque de la nada, en el caprichoso narcisismo, o sobre la soberbia de que uno deja el rancho cuando lo mudan a “una vivienda digna” (dese un paseo por los “ranchos” que este gobierno ha “urbanizado” y verá que el rancho se ha vestido de concreto y coloridos frisos y -la pila de tablas- no ha desaparecido por usar zapatos de marca, por tener aire acondicionado ni por equipo alguno que metan bajo ese techo... ¡El rancho lo llevan adentro! (yo, también, lo tenía).

No voy a llevar esto al plano político ni social: El problema es mío, no de otros.

Puede que luzca mi Galaxy S4, pero no tengo comida en mi casa (ni saldo para enviar un simple mensaje).

Puede que salga a la calle con mis zapatos nuevos (robados, fiados o no) pero no tengo la libertad de ir a dónde me plazca, ni en el horario que se me antoje: Estoy en toque de queda por los malandros del barrio o sector donde yo viva.

Si aparento vivir mejor que otros “mal vivientes”, mal vivo con mi pila de tablas en la cabeza, me burlo de medio mundo, pero -todo el mundo- se reirá de mí, por narciso y presumido... ¡Puesto en tus zapatos!

A.T.



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